Jorge Peña borda en ‘Escocia’, el documental que presentará a concurso en el Festival de Málaga, una aproximación a la vida a través de sus límites
La historia que el realizador malagueño Jorge Peña cuenta en Escocia es la de una mujer y su ilusión. La mujer es Montserrat Fernández, Montse para todos aquellos que la conocen. Y su ilusión es viajar a Escocia. Por eso, una de sus aficiones favoritas consiste en visitar los miradores cercanos del Aeropuerto del Prat de Barcelona, donde reside, y ver despegar los aviones mientras sueña que viaja en uno de ellos en dirección a Edimburgo. Pero una circunstancia viene a dotar a esta ilusión de una connotación especial: un cáncer renal con metástasis. Y un diagnóstico con tiempo definido. De modo que Escocia, que competirá a concurso en la sección de Documentales del próximo Festival de Cine Español de Málaga, es una aproximación a la vida a través de sus límites. Y una historia abierta, latente, llena de imprevistos y cambios de planes. Exactamente, claro, como la vida misma.
Peña conoció a Montse a través de otra circunstancia personal: “Mi padre enfermó del riñón y durante un tiempo estuvo en diálisis. Fue una etapa muy difícil en la que por primera vez tuve que afrontar la posibilidad de que mi padre desapareciera. Así que decidí documentar una historia similar para asimilarlo. Necesitaba encontrar a alguien que sufriera este problema y que tuviera el perfil que necesitaba para el documental. Me puse en contacto con los psicólogos de la Asociación Española contra el Cáncer y ellos me condujeron hasta Montse, que entonces tenía 52 años”. La conexión fue inmediata, la amistad consecuente. Y Jorge Peña pasó los siguientes dos años y medio siguiendo de cerca la evolución de la enfermedad, y de los sueños, de su protagonista.
El proyecto revestía al comienzo algunas dificultades serias: “Tuvimos que plantearlo todo de manera que el dispositivo fuese lo menos agresivo posible para Montse. Así que optamos por darle la cámara a ella para que se grabase a sí misma. El 60% del documental corresponde a esas grabaciones. Al principio le resultaba extraño, sólo hacía recuentos formales de lo que le iba sucediendo cada día. Pero poco a poco se fue soltando y empezó a tener otra relación con la cámara. Algunos días después hablaba ya de lo maravilloso de una comida, de un amanecer… Sus comentarios celebraban las rutinas más cotidianas como si fuesen acontecimientos extraordinarios. Y la cámara se convirtió en una especie de terapeuta para Montse. Yo, por mi parte, he trabajado esta vez muy poco con la cámara. He hecho una labor distinta, más cercana al asesoramiento”.
Semejante propuesta obligaba a Peña y a su equipo a trabajar al día, dispuestos a reaccionar ante cualquier imprevisto: “Para ser honestos, yo no pensaba que Montse iba a llegar al final de la película. Pero un día su diagnóstico cambió y se hizo crónico. Eso nos obligó prácticamente a redefinir el proyecto, aunque los testimonios de Montse eran similares, reflexiones sobre la trascendencia del día a día. Lo cierto es que yo empecé el rodaje porque mi padre contrajo una enfermedad, pero después le practicaron un trasplante y hoy se encuentra mejor que nunca; y pensaba que Montse no llegaría a ver la película, pero hoy día ella está bien y sí, la va a ver. Así que yo había pensado hacer un documental sobre la inminencia de la muerte y al final el documental trata sobre la continuidad de la vida”. Eso sí, durante el rodaje no faltaron momentos difíciles: “En enero del año pasado Montse se encontraba muy mal, nos enfrentamos a un parón y tuvimos que acelerarlo todo afinando muchísimo. De lo que rodamos nosotros se ha conservado en el montaje casi todo, salvo un par de escenas. La mayor criba la hicimos con lo que había grabado Montse con su cámara. Y sí, sus imágenes terminaron sosteniendo la mayor parte de la película”.
La propia Montse atendió ayer, al igual que Jorge Peña, a este periódico. Aunque se había previsto su presencia en el Festival de Málaga, finalmente la protagonista tendrá que permanecer en Barcelona, dada la asistencia diaria que necesita. Pero no duda en definir su experiencia como “plenamente satisfactoria, sobre todo por poder contar cómo es el desarrollo de una enfermedad así. La gratificación ha sido enorme”. Montserrat Fernández da la razón a Peña al señalar que al principio su relación con la cámara “era muy fría. Grabarme a mí misma se parecía a hablar delante de un espejo, pero claro, yo no me veía. Así que me sentía un poco extraña. Poco a poco, sin embargo, esta sensación fue desapareciendo. Y al final fue como esos momentos en los que buscas silencio para hablar contigo mismo”. Sobre sus confesiones vertidas al objetivo, Montse señala tajante: “No me arrepiento de nada de lo que he dicho”.
Coproducido por TVE (que tiene comprometida su emisión en 2014), Escocia es otro termómetro que demuestra en qué medida el talento audiovisual español está en el documental. Vaya que sí.