Un año más, la no ficción volverá a ser uno de los platos fuertes del Festival de Málaga, donde, el año pasado muchas de las propuestas más interesantes no estaban en la sección oficial de largos sino en la de documentales. Además de El foso, el certamen acogerá, entre otros, Hijos de las nubes, donde Álvaro Longoria (director) y Javier Bardem (productor) reivindican el movimiento saharaui como el primer aliento de la primavera árabe. Presentado en la Berlinale, el documental guía al espectador por el tortuoso camino de la diplomacia mundial y la terrible realidad de un pueblo abandonado.
Otra injusticia brutal es la que sufrió Elsa Sánchez cuando la dictadura argentina le arrebató a sus cuatro hijas y a su marido, Héctor Germán Oesterheld, guionista de la obra cumbre del cómic argentino, El eternauta. El director Adán Aliaga, que el año pasado sorprendió con Esquivar y pegar, repite ahora en Málaga con La mujer del eternauta, un ejemplo de lucha pacífica contra la injusticia y un testimonio en el que el dolor y el amor por la vida.
También de relaciones familiares habla Hija, una roadmovie «basada en hechos imaginarios» -según su directora, María Paz González- donde una madre y su hija atraviesan Chile de sur a norte (2.000 kilómetros) buscando un familiar que no conocen. La madre busca a su hermana; y la hija, a su verdadero padre.
PROPUESTA CATALANA / Desde el Máster de documental creativo de la Universidad Autónoma de Barcelona llega a Málaga otro documental que insiste en las relaciones familaires. Cuando seas padre comerás huevos, de Jorge Peña y Álex Pigem, retrata la dura vida de Alejandro, padre adolescente que debe arrinconar su pasión, el boxeo, para cuidar de su mujer y su hijo.
Fuera de la sección oficial, otro de los documentales que se verá en el festival malagueño es 30 años de oscuridad, sorprendente película de Manuel H. Martín que obtuvo una nominación al Goya y que utiliza la animación para contar la vida de Manuel Cortés, uno de los topos que vivieron encerrados en minúsculos huecos abiertos en las paredes de sus casas para huir de la represión franquista tras la guerra civil.